Y hoy, me hicieron la pregunta que temí responder desde hace tiempo: "¿Te acuerdas de él?".
No suelo preguntarme eso a mí mismo, pero sí es cierto que en más de una ocasión lo hice.
Recuerdo que una mañana, me levanté. Seguí con mi rutina diaria que no iba más allá del desayuno, lavarse, vestirse... y de repente, como si yo no hubiese decidido pensarlo, ese pensamiento atravesó mi mente causándome una gran parálisis. No recuerdo su voz - pensé.
¿Cómo podía haberla olvidado? Hacía ya tres años que no hablaba con él... pero tenía gran cantidad de recuerdos almacenados, y, aún así, no podía recordar su voz.
Nunca pensé que algo tan simple, y... normal pudiese llegar a afectarme tanto.
Mientras, allí me encontraba yo frente a esa pregunta formulada por alguien, no por mí. "No, apenas le recuerdo"- dije. Mentí. Claro que le recordaba, ¿cómo olvidarle? Pero... el hecho de no poder recordar su voz hacía que me sintiera tan miserable que desearía no recordar absolutamente nada de él. Le había fallado. Y es que, si no recordamos a los muertos, es como si nunca hubiesen existido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)