Te quiero. Adiós.

0 comentarios

8.20.2012

Una lágrima se está escapando mientras escribo esta misma frase. Ojalá fuera pintor para dibujar la escena. Ojalá fuera escultor para esculpirla. Ojalá fuese cantante para cantarla. Y ojalá fuera valiente para admirar la obra y no llorar como un niño. Nunca se percibe el principio, pero el final te pega en la cara. Es como agarrarla y saber que es la última vez que la vas a agarrar. Acariciarla por última y vez y mirarla por última vez. El último recuerdo es su espalda alejándose y entre nosotros una puerta que cada vez está más cerrada. Y en esta historia no hay "él" ni "ella"; esta es MI historia, y Dorthe es ella. La musa. La eterna musa. La eterna. Cada uno de mis textos están dirigidos a ella. Si alguna vez todo esto fue posible, es porque Dorthe estuvo al otro lado de mis latidos. Ella, Dorthe. Ya podíamos ser dos personas en una ciudad ficticia, desapareciendo ante gotas de agua; ya podíamos ser director y actriz; ya podíamos ser Romeo y Julieta. Porque encontré la forma de ser eternos y perfectos. Y era esta. Estas palabras, estos sitios. Pero nunca fue suficiente, y llegamos más lejos. Nos quisimos como tan solo se puede querer a alguien con la palabra al completo. Nunca imaginé un final. Nunca pensé en ese final. Continuamente nos amenazábamos pensando que ese día llegaría. Y ese día es hoy. Si me preguntáis hace dos años nunca imaginaría que llegaría a tanto con ella. Ni tampoco imaginaría un final, en un sitio tan lúgubre. No hay historias de portales. Es una puta escalera, y una puta puerta. Ojalá hubiera lanzado la llave hacia el más profundo vacío para perderla y así ganarla para siempre. Hasta morir allí y vivir hasta el último segundo con todas las letras que forman la palabra VIVIR. Pero nada de eso es posible. Tantas historias, tantas ficciones y tantos sueños no son siempre la mejor vía de escape, pues se escapan y no hay comodines donde refugiarte. Esta es la verdad, y te está golpeando en la cara. No puedes cubrirte ni puedes pedirle a ningún Dios que detenga el tiempo en esos segundos para hacerlos eternos. El tiempo de segundos eternos y momentos perfectos se acabó. Sus curvas contra mis curvas y su tripa mirando la mía. Se acabó. Dorthe Fast Rasmussen, mi musa. Preguntadme algún día dentro de mil años si alguna vez amé a alguien, y mi respuesta será la misma que la de hoy. Dorthe Fast Rasmussen. Y ya podréis decirme "eh, pero también estuvo aquella otra chica, y aquella otra!", pero una mierda, no hubo ninguna más. Fue ella desde el segundo "Hola", hasta el segundo del último aliento. Si es que existe. Si es que no nos escapamos siendo almas perfectas. Burlar a la muerte, al cielo y al infierno, y construir nuestro propio edén. Sí, siempre lo soñamos. En tus viajes, en tus postales... en tus Te quiero. Cuando nos alejábamos por días, por semanas, y por meses. Por milímetros, metros, kilómetros y miles de kilómetros. Siempre soñándonos eternos, en un continuo NO final. Y ahora, ¿qué? Dónde quedamos. En ninguna parte. La Nada. Oh sí, la Nada. Mencionada en muchos textos por mí y ninguno entendíais una mierda. La Nada es ese lugar al que nos transportábamos cuando nada nos preocupaba, y solo eramos ella y yo sobre una cama. Eso era la Nada. ¿Acaso pensabais que usaba las mayúsculas como me daba la gana? No. El Solo contigo. Todo, era todo. Su pelo, sus mejillas, sus manos y sus jodidas piernas. Era la perfección, todo lo que podía imaginar. Su sonrisa, sus ojos y su forma de mirarme. Era un continuo amor fluido por cada uno de nuestros gestos. Era un "Hey tú, estoy aquí". Eramos uno siendo dos. Y pocos entenderéis una mierda de estas palabras si vivís días de autoengaño. Ella, era mi amor, es mi amor, y será mi amor. Me engañaré, creeré que no, que nunca hubo este tiempo y nunca llegué a sentir que podría crear el mundo entero si ella me lo pidiese. Pero siempre será así. Dorthe Fast Rasmussen, mi vida, mis sueños. Cualquier habitación se comprime hasta ahogarme cuando ella no estaba allí para ensanchar cualquier muro.

Cerré la puerta, teniendo como última imagen su espalda alejándose. Y bajé las escaleras, solo, llorando. Descendí cada uno de los escalones que desciendo cada día, y a cada paso que daba notaba el mundo que se alejaba de mí. Caminé por pasillos y llegué a la magia, que ahora tan solo es mierda. Una habitación rebosante de un amor muerto. No podía estar ahí, y salí. Salí a la calle, y caminé sobre los pasos que ella había firmado minutos antes, arrastrándome por calles repletas de árboles que aún sin ser sauces se le asemejan. Las calles tienen sus farolas apagadas, nunca había ocurrido, pero hoy me esperaba cualquier cosa. Me miran los ojos desconocidos y se topan contra una imagen de mí bastante fiel a la realidad. Lágrimas en mis ojos y la boca que no se mantiene en su sitio. Y es que quiero que uno de esos desconocidos se acerque a mí y me diga "Hey, tranquilo", pero ninguno lo hace. Y es el momento en el que más necesito a la humanidad para no irme abajo. Pero nadie le echa huevos y se acerca. Y continúo caminando por calles repletas que me miran y se extrañan, y quizás uno de aquellos ilusos sienta lástima por mí y sienta ese impulso de acercarse y no hacerlo. Pero no lo sé. Jamás volveré a pisar estas calles contigo al otro lado de mi mano. Y es que es terrible. Entro a esta habitación, mi cuarto. Carente de decoración y pocos objetos más que una silla, un ordenador y una cama. "-Sí, ya. -Ahí". Eran cosas nuestras. La misma cama donde la besé por primera vez, y por última vez. Donde imaginé todo y lo hice realidad. Ahora no es más que una cama carente de dueño. Que me tumbo encima y me dice "¿qué coño haces aquí?". No puedo tumbarme en ella, no. Y ojalá me hubieran salido unas palabras en aquel final, pero era imposible. Se hacía demasiado duro el saber que eran los últimos segundos. Y menos mal que no hubo una escena de llantos, no habría podido.

Todas las palabras son pocas para decir qué siento ahora mismo. No he aprendido una mierda de escribir para poder decir lo que quiero. Quizás no existen las palabras adecuadas para describir un sentimiento así. No es tristeza, no es anhelo, no es dolor. Es algo que va más allá de todo eso y me atraviesa una y otra vez. A mis manos tecleando, a mis pensamientos y a mi corazón. En un continuo vaivén destroza vidas. Y ya podéis imaginaros una décima parte de lo que estoy sintiendo ahora si habéis tenido el coraje de leer todas estas frases. Pero es que siento que necesito escupir todo lo que lleve dentro. Y llamadme estúpido cuando os diga que imagino el futuro con ella. Envejecer a su lado y tener hijos de nuestra carne. Que sí, que en el momento en el que todo eso se ve más lejos, soy capaz de imaginar algo así y sonreír. Llamadme loco, no estúpido. Llamadme estúpido porque piense que no va a haber jamás ningún amor como el que sentí hacia ella. Y llamadme loco. La quiero, joder. Entendedme. Mis 16 y 17 han sido con la imagen de ella en mi cabeza cada uno de esos días. Y mis 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15, pues imaginaba con los amores de la literatura, aquellos que duran por siglos y siglos, y pensé en encontrarlo alguna vez y ya llegó con los 16. Te imaginaba incluso antes de conocerte. Y serán los sientes números a partir del 17 en los que estés en mi cabeza. Hasta que este cuerpo aguante, para pasar a otro y volver a quererte desde el 0. Me da igual quien sepa de este texto, y lo que pueda decirme. Siento cada una de estas cosas y quiero que cualquiera las sepa. Si ya se puede decir "ese es simpático" o "ese es un cabron", podrán decir de mí "eh, ese es el que quería a Dorthe hasta morir". Pues acertarán de lleno y no dejarán nada a la imaginación. La verdad. Como la viva imagen de ella alejándose que me golpea una y otra vez. ¿Por qué no vienen los buenos recuerdos? ¿Por qué solo me centro en la despedida y no en no haber sabido llevarla? Todo esto casi puede conmigo. Porque he conseguido autodestruirme hasta el punto en que siempre quede algún por ciento que no muera. Y sé que si no me hubiera hecho más fuerte durante todos estos meses ahora mismo estaría planteándome el saltar por mi ventana. Porque no hay quien aguante esta mierda. El saber que su sonrisa se ha teletransportado miles y miles de kilómetros a otros lugares donde ojalá sepan apreciarla tanto como lo hacia yo me mata. Los onces. 11. Los miles de onces por todas partes. Las señales de que estábamos ahí pensando en el otro. En cualquier pared. En cualquier lugar. Siempre, un 11. Y pensaréis que es alguna fecha. Pues no. 11 significa te quiero, y viene derivado de una llamada de teléfono de hace muchísimo tiempo. A partir de ahí supimos que algo se nos venía encima. Y mira si pesa que no me lo puedo quitar de encima.

No hay más palabras que pueda escupir. Bueno, si las hay, pero creo que desgastaría el teclado hasta poder ver realizado ese deseo. Así no más, cierro definitivamente este blog, que un día rebosó amor, otro desamor, pero nunca una despedida. Esta es mi despedida. De ti, y de mí. Ojalá vuelva algún día dentro de muchos años diciendo, "lo logré, vuelvo a estar con ella". Pero parece casi imposible aunque sé que jamás la olvidaré, y que jamás me olvidará; y el sentimiento que nos une, seguirá ahí. Y entonces sabremos, que somos eternos.

22 de Abril.

0 comentarios

4.23.2012

Muchos de nuestros textos hablan de noches como la de ayer... pfu en serio, creo que fue uno de nuestros momentos más perfectos, el sentirte... me estremezco con recordar tu cuerpo entre mis manos, rozar tu piel y erizar tu vello, que me miraras sin verme, que el tiempo corría y nosotros parados, sin importarnos nada... Ese "te quiero" mientras cerrabas la puerta. ¿Y cómo pretendo que el día de hoy sea como todos los demás con tu recuerdo en mi mente?

Guerra por la Paz

0 comentarios

2.01.2012

 - ¿Dónde vamos?
 - A la undécima planta.
 - Pero si tan solo hay diez...
 - Nosotros la construiremos.


Después de que la metalizada puerta de aquel ascensor se hubo abierto al completo, ambos pudieron contemplar un rellano nunca antes edificado; y en él, una sola puerta. Consumida por el olvido y la pretérita nostalgia que ahora yacía una planta más abajo. "Entremos" - dice ella. 

Aquel portazo dio la señal de que la batalla había comenzado. Una batalla más, de una guerra interminable; pero ahora ella iba más cargada de amor que nunca; y él, apenas contaba ya con un ejército y tan solo quédose con los más fuertes, habiendo dejado atrás los demás soldados. Tales como Miedo, Soledad, Desesperación... entre otros. Y, tratábase de una guerra en la que ya no importaba vencedor o vencido, tan solo el placer de pelear por unas horas y arrastrar tu vida a la encarnizada; y, todo lo que sucediera después, carecería de importancia.

Así pues, en cuanto la chica se hubo preparado para la consecuente, ambos se fundieron en el primer ataque; dejando petrificado el tiempo por tan solo unos segundos que más tarde quedarían reducidos a un recuerdo cada vez más deformado. Los golpes se sucedieron sin ningún tipo de preámbulo; y ellos se vieron presos una vez más de las garras de aquel caprichoso destino. Ella le arrastró hacia el suelo, el que ahora se conforma como el atrezo de aquel escenario, de aquella función, en la que nunca había público; pero siempre estaban todas las entradas vendidas. Actuaron desconociendo el guión del otro intérprete. Improvisaron. Se revolcaron sobre el frío suelo con sus ardientes cuerpos y ningún frío traspasó sus pieles.
La piel de ella. En la que su olor forma la atmósfera perfecta para vivir en ella. En la que él deseó perderse atravesando cada milímetro que se dispusiera como un camino y no pensar en llegar a lugar alguno, sino en la trayectoria. Y es su piel en la que se devolvió aquella batalla. Piel con la que él sueña. Su edén.

Al día siguiente no hubo más que un combatiente en el lugar; permaneciendo expectante al lugar en el que horas atrás se había desenvuelto aquella carnicería. Nada importa ya. Y la bandera blanca, enterrada. Con las sábanas aún con la silueta de sus cuerpos; conservando el calor de ellos. El calor de su amor.

Cerrado por vacaciones

0 comentarios

11.12.2011

Desde hace varios días tengo la sensación de no querer seguir escribiendo más en el blog. De no seguir inventando historias, y de no seguir plasmando algunos de mis sentimientos más visibles aquí. Alejarme de todo este mundillo que tantas alegrías y penas me ha dado en todo este tiempo. Y es que, mi inspiración tiene un límite. Tengo la sensación de que todas las cosas que quise decir, ya están dichas; y no quedan más por decir. Y es que siempre pensaba que lo que tenía que decir, o pensar, era infinito. Y por eso nunca me aterró la idea de dejar de publicar aquí. Pero últimamente siento que no tengo ganas de decir más nada. Dejar que todo siga su curso y que las palabras se formen solas en el aire, y no en papel.
Cada día entro a blogger, y miro las entradas nuevas que vais publicando día a día. Y sigo mirándolas esperando que alguien mencione algo que me haga estremecer en este sillón; y que me empuje a salir a la calle con una sonrisa. Pero las mismas palabras que pueden causarme esa sensación de vuelo, pueden propiciar también una situación de angustia, y decepción. Entonces, ¿qué?

La Reina de Cristal (1.era parte)

0 comentarios

11.10.2011



La historia que voy a contar trata, como no, de unos enamorados. No será la típica historia fácil, por supuesto que no, ¿qué emoción tendría? Como en el amor, la historia es de lo más complicada, y rozará la locura. Una locura que llega a estar enferma, y a ser centro. Centro del ser. Ser tan centro que abarca extremos. Procedo, sin más, a narrárosla tal y como salió de mí.




Un naufragio. Océano Ártico. Lo que era llamado barco se encuentra totalmente desquebrajado, y sus tripulantes, miembros de la alta nobleza acompañados de sus correspondientes súbditos buscan el que sería su antídoto al veneno, algún apoyo. Nada podría haberse hecho aunque kilos de ese antídoto hubieran aflorado a superficie, pues las gélidas aguas de aquel lugar pronto causarían letales hipotermias causando la tan suplicada por algunos muerte. Decenas desearon no realizar travesía; pero todos ellos quedaron enmudecidos ante las peticiones de una dama. La Reina. Amante del frío, enamorada del océano. Ansiosa de surcar el mundo en busca de los rincones que aparecen en sueños y dudamos de su existencia. Y es esta, debido quizás a su interés por esta belleza hecha agua, la que tuvo un destino un tanto distinto al del resto de la tripulación. Fue a parar a la zona más profunda y a la vez más iluminada por aquellos rayos que se filtraban anhelando tocar tierra. Rayos que iluminaban aquella parte desde hacía siglos, pareciendo esperar que aquella figura se perpetuase allí. Y fue cuando esta dama alcanzó lo más profundo, deteniendo así su marcha y ya sus latidos bombeando en menor velocidad, aunque nunca llegando a dejar el latir, que comenzó un proceso distinto al de todos los cadáveres que se encontraban en aquel momento compartiendo dolor. Y es que, la dama, comenzó a solidificarse. Todo su cuerpo se heló en cuestión de segundos, haciendo parecer obra de maldito hechizo. Y en cuestión de éstos ya tenía sus brazos duros, junto a sus mejillas y todo su cuerpo. Reflejando sobre su superficie a los cientos de muertos, quedó nombrada, por fantasiosos conocedores de la historia, como La Reina de Cristal.