Él se acaba de sentar en la primera silla que estuvo a su alcance. Lleva horas bailando, y los pies le van a matar. A pesar de que habitúa a llevar ese tipo de calzado, que no van más allá de aquellos impolutos mocasines negros, esta vez no podía con ellos. Sus piernas, aún cargadas de tanto movimiento, claman que el hombre no se mueva de ahí en unos minutos, o ellas dimitirían. Está agotado.
Pero tan solo es físicamente.
Desde hace unos meses es el hombre más feliz del mundo. Nunca depositó mucha creencia en aquello de que para encontrar la felicidad, es necesaria tu otra mitad; pero desde hacía esos meses no lo veía así. Encontró a la mujer perfecta. Y aunque, ya la conocía desde hace muchos años, y siempre la vio de la misma manera, había logrado que ella cambiase su posición de rechazo, para dar paso a una más receptora. Quizás era el hecho de que, hasta hace esos meses, era viuda. Su ex-marido era un combatiente de guerra, y no se sabía nada de él desde su envío a la última misión. Superiores, temiendo lo peor, dieron el aviso de que éste había fallecido en combate, y comunicaron esta incierta noticia a su mujer. Ella, desolada, busca consuelo en el hombro más cercano, que es él. Y bueno, él tras esos años detrás de ella, no puede rechazarla y acepta ser ese hombro tan necesitado. Pasan los días y ella cambia ese hombro, por un nuevo posible marido, aunque nuestra historia aún no alcanzó ese punto.
- Venga, Morrison, ¿dónde ha quedado tu primer puesto en el salón de baile? - se escucha entre la multitud
que aún se contonea.
- ¡Oh no! ¡No puedo más! ¡Otra vez será, viejo amigo! - responde nuestro protagonista.
Ella se acerca a él. Y, sin sentarse, le pregunta qué tal está. Él responde la verdad, "tan solo un poco cansado, cielo", y ambos intercambian un beso de complicidad. Él sonríe. Es feliz. Se ha acostumbrado pronto a esa felicidad sientes cuando todo está bien. Todo gira en un mismo sentido, y nada intenta cambiar el rumbo de las cosas. Para él, el sufrimiento es cosa del pasado. Ahora es su momento, en esa fiesta y en esos pasos de baile.
Un golpe supera el de la propia música. El golpe de una puerta abriéndose bruscamente al fondo de la habitación. El público asistente a la fiesta, deja de bailar para fijar su atención a la procedencia de este golpe. Todos enmudecen, y la música no es una excepción. Del umbral de la puerta emerge una silueta, aún sin rostro. Espectadores atónitos esperan a que este aguafiestas se muestre, aunque él no hace otra cosa que esperar aún en esa puerta. Pronto, comienza a dar pasos firmes por la sala, acercándose a la multitud. No, acercándose a ella. Y cuando aquellas luces, guiadas por invisibles ángeles, apuntan hacia la cara de nuestro intruso, un rostro salió a la luz. Era nuestro otro "él". El combatiente muerto.
Y entonces, las bombas explotaron en aquel laberinto de cristales, haciendo estallar todos éstos en mil pedazos; produciéndose un ruido ensordecedor. Como el que siente nuestro protagonista llegados a este punto en su interior.
Ella aún continúa junto a la silla de Morrison. El tiempo se ha detenido. Todo se ha parado. Excepto aquellos corazones, que parecieron confundir el estado del tiempo y luchar en su contra: acelerándose. Entonces sucede una de esas situaciones en que todo pasa demasiado rápido. Estas situaciones que pasan en segundos, y un amigo te cuenta durante minutos, e incluso horas. Eterno para contar, intenso para sentir.
Nuestro protagonista teme. Ella está confundida. Él amando el regreso. Ella corre hacia él. Él corre hacia ella. Ellos se encuentran en un abrazo. El abrazo dejó paso al beso. Ellos se aman. Ellos vuelven. Sus sentimientos vuelven. Lágrimas florecen de los ojos de ella, y miradas atónitas resurgen de los invitados. Y, entre tanta alegría de regreso, tanto amor, tantas horas pérdidas que ahora se recuperarían, Morrison se rompe.
Yo.
Soñado por M a las 23:04 0 comentarios8.29.2011
Necesito que algo siempre me recuerde quién soy. Ya sea un escrito, una camisa, un símbolo o una canción. Durante un tiempo pensé que sería capaz de recordar quién era en cada momento. Tomar las riendas de todo, y actuar en consecuencia. Pero me di cuenta de que no. Quiero decir, sé quien soy en cada momento que pasa, pero olvido aquellos sentimientos que hicieron sentirme Yo. Alcancé un estado de bienestar que pocos sueñan, y en ese momento hubo un conjunto de cosas que me abrazaron. Esas cosas, son las que me recuerdan qué sentí. Aquel momento en que noté elevarme por el cielo más alto que otros. Y entonces, aquel perfecto conjunto se rompe, y cada cosa se va por su lugar. Jamás se encontrarán de nuevo, pero puedo ir encontrando estas cosas poco a poco otra vez. A medida que las vuelvo a encontrar, vuelvo a sentir un mínimo de aquello que sentí, y entonces acabo resumiendo todos mis pensamientos en este texto.
En aquella frase, que aún tengo grabada a fuego: "mm.. pues echa una foto", y una risa escapó de tus labios...
En aquella frase, que aún tengo grabada a fuego: "mm.. pues echa una foto", y una risa escapó de tus labios...
Por cada roce, un nuevo mundo.
Soñado por M a las 21:33 0 comentarios8.25.2011
Imagina que por un momento, que te has trasladado en el espacio y en el tiempo. Pero un poquito tan solo. Estás en Granada, y es el año 1927. Caminas por las pedregosas calles de la Granada de la época, y a medida que desciendes por una callejuela, absorto en tus pensamientos, vislumbras una multitud que se congrega en la desembocadura de ésta. Rodean a algún personaje, y eres capaz de visualizar que todos ellos le elogian o hacen algún tipo de pregunta. Nuestro personaje avanza dificultosamente entre las decenas de pies que impiden su paso. Entonces decides acercarte, pero no mucho, no quieres mezclarte con toda esa panda de enfervorecidos sin tener un motivo. Y entonces, todos se marchan pasado un rato, y tan solo son dos mujeres las que se quedan en torno a nuestra figura. Y le ves. Federico García Lorca.
Chocas contra la realidad. Como persona del 2011 transportada al 1927, lo primero que piensas es "Hostias, Lorca". Parálisis aflora de entre tus piernas impidiendo todo acercamiento a él. ¿Qué le dirás? ¿Estarás preparado para hablar con alguien tan importante como él? ¿Por qué querrías acercarte? Hay muchas preguntas en el aire, y poco a poco se van filtrando a través de tu nariz hasta llegar a tu cerebro y sembrarte esas dudas. Comienzas a andar. Más que andar, a vacilar. Y entre pasos torpes y perezosos, alcanzas su posición. Sabes que estás frente a él, y que él ya puede verte y tranquilamente tomar su primera impresión de ti. Es un momento vital.
Entonces esas dos señoras que atosigaban a preguntas, se marcharon entre mudas sonrisas, aún ruborizadas por las cosas que el poeta pudo decirles. Y es tu turno. Intercambio de miradas poco generoso de primeras, y entonces decides presentarte y preguntarle algo que muchas personas ya le preguntaron, pero bueno, quieres ir más allá de las típicas preguntas. "¿De dónde sacas la inspiración?"
Ambos camináis por la Granada del 27 charlando sobre algunas cosas de mayor o menor importancia. Eso no importa en este texto. Lo que importa es que has estado frente a la persona más minuciosa que probablemente te topes en tu vida. Sabes que cualquier mínimo gesto por tu parte, o pregunta estúpida puede tacharte de bobo, o idiota, y conseguir que tu tan admirado personaje te ignore hasta la saciedad. Por eso debiste tener cuidado. Pensaste que cualquier pensamiento que tuvieras y le transmitieras, podía haberle cambiado el suyo propio, y que este cambio de pensamiento en el escritor hubiera desencadenado en el más hermosos de los poemas escritos por éste.
Has tenido miedo, pero lo has hecho bien.
Supongo que quizás es así como te sientes al pasar momentos conmigo. Sabes que de la mínima muestra de cariño que me proporciones puedo desencadenar fuertes hipérboles, o metáforas, simplemente por el hecho de que no percibo las cosas como otras personas las sienten. Voy más allá, pienso en la función que lleva a cabo tu sistema nervioso para levantar tu brazo en ese momento y realizar un encuentro con el mío. Fue un acto voluntario, ofrecido por ti para mí.
No soy un Lorca, ni un Neruda al que debas admirar. Simplemente soy un minucioso más que se atreve en esto de la escritura para complacerte y llenar cada espacio vacío que sientas en la mañana.
Dedujiste que tú serías la que me alimentaría de palabras,
y acertaste;
pero en cambio,
tú cumpliste también tu parte de latir para mí.
Mones onu.
Soñado por M a las 2:58 1 comentarios“Pues al escribir no te dejes influenciar por si enganchará a tus lectores o no. Piensa que no hay nadie ahí fuera que te lea. Y que tú eres el único dueño de tus palabras. Que cuando tú lo lees una y otra vez sepas qué es lo que sientes. Y quizás entonces, cuando alguna persona lo lea, le gusta porque se sienta identificada, o simplemente... porque le cause profundidad.”
17 de Agosto
Soñado por M a las 4:04 0 comentarios8.19.2011
11 años después.
Revisando viejas libretas, encuentra una. El libro verde – piensa. Hace años que no sé de él, ni de su contenido. Supongo que será gracioso echar un vistazo. ¡Oh sí! Recuerdo aquella época. Podría haber escrito cualquier cosa que me hubiera pasado. Haberla descrito con tal precisión y midiendo con tal exactitud las palabras, que hasta un robot habría sentido amor en mis palabras. Podría haber resuelto guerras, reconciliado enemigos, y separado a hermanos si en mi pluma hubieran estado mis pensamientos. Pero recuerdo que no hice nada de eso, y que me limité a escribirme. Y no lo escribía para mí, ni tampoco para ellos. Lo escribía para la tercera persona del singular en femenino. Porque era todo lo que ambos necesitábamos; porque ambos lo queríamos y hasta ese momento, no nos habíamos dado cuenta realmente del valor de las palabras. Abre una de las páginas del verde, y encuentra uno. El ocho. Ya ha habido un ocho, pero este era distinto, era de su libreta. Entonces, comienza a leer...
*Estimado lector: antes de comenzar su lectura debo advertirle que este texto, no es como otro anterior. Este texto está medido. Quiero decir, cada palabra de cada frase de este texto está elegida con total precisión. En algunos casos, encontrarás frases de dudoso significado (desordenadas...), no es para otra cosa más que conseguir la atención del lector. Cierra todos los programas de tu ordenador, y céntrate en el texto.
Él yace sobre su lecho. Está exhausto, tuvo los sueños más extraños e insólitos de su corta vida, y no fueron de su agrado. No quería volver a sumergirse en el mundo de los sueños. Se reafirma en su cama, y enciende de nuevo el móvil. Conecta el aparato a alguna red social, y husmea entre las almas que permanecen acechando en la noche conectados, buscándola a ella. Una vez más, su ausencia hace notable la lista. Aunque hubiera vislumbrado su nombre entre tantos, no habría sabido qué decir, o qué contarle. Pero... no importaba. En otro nombre, desahoga su mente, diciendo: “me gustaría; no, necesito verla mañana, o... que me llame ahora”. Deambula aún titubeante por la habitación, cuando la música invade cada recóndito espacio. “Untitled#10”, piensa. “Nunca dejará de erizarme.” Un nuevo mensaje llega a su buzón. El escrito por el que habría renunciado a algo con tal de leerlo.
Juntos seleccionan de entre tantas alguna película, no es la película lo que hay que ver. Al comienzo de ésta, el intercambio de palabras entre ambos era notable. La necesidad de escuchar las cuerdas del otro era deseo, y era imprescindible el uso de ellas en este momento. De esta manera, fueron transcurriendo los pocos minutos que hacían necesaria esta fase, para adentrarse en una nueva. Poco a poco los silencios van siendo más comunes. Aunque no solo dominan los silencios. Poco a poco, vamos sincronizando nuestros parpadeos, pues ya dejamos de hacerlos. Cerramos los ojos para ver lo que no se ve, y nuestros globos oculares se han trasladado ahora hasta las yemas de nuestros de nuestros. Y vienes a mí en el mejor momento para susurrarme las palabras prohibidas. Las mismas que unieron a personas, y las alejaron; por las que vivieron y por las que mataron. Y entre suspiros, me aferro más a ti. Mis susurros preguntan si es un sueño lo transcurrido. Pues me estaría equivocando en lo de no querer volver a soñar. Pellizcas. Tus dedos se caen por mi cuello, haciéndome vivir la realidad. Aunque no pueda verte, sé que estás sonriendo. E imagino la inmensa curvatura de la que tanto me enamoré. La más sincera que hayan podido ver mis ojos. Y sonrío junto a ti. Tu sonrisa separa el Mundo. Tu mano, ahora convertida en gaviota, se posa sobre la más cercana rama: mi pecho. Mi corazón. Y concentras tu sentir en mis latidos. Respiro más profundamente, para que sientas como mi tórax es invadido. Aquellas partículas del aire, ahora disfrazadas de guerreras que penetran en mi ser, asaltando el castillo llamado pulmón, y, temiendo la derrota, abandonan de nuevo cada yarda despacio, para volver a dejar sitio a nuevos combatientes. Para que sientas vida. Para que sientas Mi Vida. La tienes ahora en tus manos. Cada susurro brindado, ha sido regalado gracias a eso que ahora bombea para ti a mil. Apartemos el pensar, para comenzar a sentir.
Límite de tiempo cumplido, piensa. No es felicidad lo que sienten nuestros personajes llegados a este punto de la historia. Una vez cerrada la puerta, vuelve sobre sus pasos. Los pensamientos se alejaron de su cabeza, para dejarle paso a un sentimiento de felicidad que recubriría todas las partes de su cuerpo; incluida mente. Atraviesa el umbral de la puerta, cabizbajo. Y al levantar la mirada y dirigirla de manera global a la habitación, visualiza el espacio, en el que hace pocos minutos, había transcurrido todo. Aún están las almohadas en su sitio... Desde el mismo marco de la puerta, observa ese lugar, ahora, mágico.
En cada latido, vivimos. En cada caricia, morimos.
#Prohibido
Soñado por M a las 16:04 0 comentarios8.17.2011
Me cuesta creer que algún día todas estas palabras caerán en el olvido. Jamás serán leídas por nadie, y jamás volverán a ser escritas. Los blog’s serán cerrados, las libretas desahuciadas y los bolígrafos pisoteados. Moriré, y junto a mí morirán cientos de palabras que formarían algunos textos de vital sentido para mi existencia. Cada palabra fue un sentimiento en este mundo de papel. Y es que tan solo lee esto apenas una persona, más los que curioseen esta libreta. Pero siento que es todo lo que necesito para sentirme lleno.
Y es que son días raros en nuestras vidas. Tú estás por estar, y yo estoy loco por verte cada segundo que pasa. Anhelo tu presencia, tus miradas, tus caricias, tu olor y nuestros roces. Quiero que cada día atravieses esa puerta que me separa del Mundo, y te sientes junto a mí, apoyando tu cabeza sobre mi delgado hombro. Que pasemos todas las tardes juntos sin importarnos lo rápido o lo lento que pase el tiempo. Que luchemos contra viento y marea... pero siempre juntos. Venceremos al tiempo que tanto se nos ha escapado. Pero nunca más.
No pido más que no te alejes de mí, y que te dejes llevar. No hay más impedimentos que los que tú te marques. Eres mi musa, y necesito alimentarte de palabras. Es lo que quiero, y es lo que necesitas. Déjame seguir escribiendo cada hermoso verso de mi puño para ti. Recíbelo, y guárdalo en tu corazón. Porque ahora es tuyo. No; nuestro. Dos corazones con un latir. Un mismo tic tac que perdió la cuenta de cada latido
malgastado.
Late para mí, y te alimentaré de mis palabras.
Back Home.
Soñado por M a las 2:35 0 comentarios8.01.2011
Quizás esta sea la entrada más arbitraria que redacto. Hace tiempo ya que no escribo, y sigo sin tener ganas de publicar más aquí, pero esta tenía que hacerla. Me lo estaba pidiendo a gritos desde el momento en que lo pensé.
- ¿Qué hora es? - pregunta.
- Las diez y media - respondo.
- ¡¡ No me jodas, tenemos que salir ya !!
Recogimos todas las marañas de cables en un tiempo record, y echamos a correr. Es tarde, no nos va a dar tiempo de llegar, y estamos más lejos que nunca. Pero tenemos que intentarlo.
Solos, él y yo, corriendo por todas las calles, saltando los obstáculos y esquivando a decenas de personas que nos miran con perplejidad. "Ellos no entienden nada", pienso. Pero tenemos que seguir corriendo. Da igual lo que pase, tenemos que llegar.
Evaluamos todos los caminos para llegar cuanto antes. Pronto, él piensa la ruta más corta. Al llegar a un cruce, me dice:
- Si cojo este camino, llegaré más rápido, y quién sabe, puede que llegue a tiempo.
Le miro, y sonrío. No creo que llegue, pero aún así asiento, y le choco el puño, es nuestra despedida. Tan pronto como se da la vuelta, veo que echa a correr, y entonces exclamo "¡Suerte!". Sé que desearle eso no servirá de nada, pero quizás pueda dar un paso más gracias a mi aliento.
Llevábamos veinte minutos corriendo. Corrimos hasta que nuestros corazones bombearon más que sangre, pero ahora me encontraba caminando solo, sin prisas. Aún con el corazón sobre excitado, y las piernas cargadas, esperando algún otro sprint, continúo mi camino hacia casa. Estoy sudando, pero no importa. Cruzo un paso de peatones, como otro cualquiera, y entonces continúo caminando. Al cruzar la esquina, veo a dónde he llegado.
Otra vez estoy aquí. Pero esta vez solo. Ya he tomado este camino solo y acompañado más veces desde aquel momento, pero esta vez se repetía de manera distinta.
Mi ritmo se frena por completo, y comienzo a caminar de una forma totalmente distinta a la que hacía antes. Ahora no tengo ninguna prisa por llegar, prefiero saborear este momento, pues será, como no, único. Cierro los ojos. Quiero sentir lo que tú sentiste aquel día... pero antes de cerrarlos, miro de reojo a mi izquierda. No estás ahí.
Negro. Todo lo que antes eran plantas, mesas, y sillas de bar, farolas, cielo y Mundo, ahora es Negro. Camino pese a no ver absolutamente nada. Aprieto fuerte mi mano izquierda como si estuvieras aquí, conmigo. Sé que no estás, pero me gusta imaginar que me equivoco.
Ya llevo caminados más de veinte pasos, y entonces lo siento. Estás aquí, y estás conmigo. Aprieto aún más fuerte mi mano, y entre silencios, susurro tu nombre. En aquel instante habría apostado a que me contestarías, rozando mi corazón, un "¿Qué?", y entonces te habría mirado, y estarías con tu habitual curvatura de labios, y tus ojos clavados en mi, esperando a ver qué hago, o qué digo. Me gusta que me mires, porque, aunque no pueda contenerte la mirada más de un segundo, sé que en ese momento estás pensando en mí. Al igual que yo lo hago en ti.
Y entonces abro los ojos.
El Mundo sigue ahí.
Y tú, no estás.
Otra vez estoy aquí. Pero esta vez solo. Ya he tomado este camino solo y acompañado más veces desde aquel momento, pero esta vez se repetía de manera distinta.
Mi ritmo se frena por completo, y comienzo a caminar de una forma totalmente distinta a la que hacía antes. Ahora no tengo ninguna prisa por llegar, prefiero saborear este momento, pues será, como no, único. Cierro los ojos. Quiero sentir lo que tú sentiste aquel día... pero antes de cerrarlos, miro de reojo a mi izquierda. No estás ahí.
Negro. Todo lo que antes eran plantas, mesas, y sillas de bar, farolas, cielo y Mundo, ahora es Negro. Camino pese a no ver absolutamente nada. Aprieto fuerte mi mano izquierda como si estuvieras aquí, conmigo. Sé que no estás, pero me gusta imaginar que me equivoco.
Ya llevo caminados más de veinte pasos, y entonces lo siento. Estás aquí, y estás conmigo. Aprieto aún más fuerte mi mano, y entre silencios, susurro tu nombre. En aquel instante habría apostado a que me contestarías, rozando mi corazón, un "¿Qué?", y entonces te habría mirado, y estarías con tu habitual curvatura de labios, y tus ojos clavados en mi, esperando a ver qué hago, o qué digo. Me gusta que me mires, porque, aunque no pueda contenerte la mirada más de un segundo, sé que en ese momento estás pensando en mí. Al igual que yo lo hago en ti.
Y entonces abro los ojos.
El Mundo sigue ahí.
Y tú, no estás.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)