“Pues al escribir no te dejes influenciar por si enganchará a tus lectores o no. Piensa que no hay nadie ahí fuera que te lea. Y que tú eres el único dueño de tus palabras. Que cuando tú lo lees una y otra vez sepas qué es lo que sientes. Y quizás entonces, cuando alguna persona lo lea, le gusta porque se sienta identificada, o simplemente... porque le cause profundidad.”
Hoy es una noche como otra cualquiera. Siempre “cualquiera”, como odio esa palabra. Indica monotonía, ausencia de algo nuevo que haya captado tu atención por más de un segundo. No me había dado cuenta hasta ahora del odio que siento hacia esa palabra. Todo es rutina, y tan solo esos sucesos, esos textos, y esas personas que se alejen del concepto “cualquiera”, merecen estar grabados en tu mente.
Como iba diciendo, hoy es una noche cualquiera distinta, porque no me siento ni del todo lleno, ni del todo vacío. La ausencia de ese algo me domina, y el desconocimiento de qué es me aterra. Vale, analicemos:
- - No estás esta noche.
Vale, puede ser la causa fundamental al motivo de que me encuentre en este estado.
Pero no lo creo.
Quise escribir un texto, que no hablase sobre ti, ni sobre mí. Inventé un personaje, hasta con un nombre, pero sin historia. Conclusión: nada. Pensé en escribir un texto sobre el tiempo. Maravilla inexplicable que tanto se me escapa y no puedo remediarlo. Es el motivo por el cual dejo de sonreír muchas veces. Motivo por el cual despliego mi ansiedad, y ésta crece hasta alcanzar unos niveles que afecten a mi respiración, a mi apetito o a mi capacidad de conciliar el sueño. Desde el principio, apareció un reloj sobre nuestras cabezas que indicaba el tiempo que disponíamos para nosotros. Un reloj de arena que cada vez va cobrando mayor tamaño. No porque cada vez sea más importante el tiempo del que precisamos, sino para que lo vea bien. Para que cada día recuerde el poco que hay, y vea como cada grano va cayendo a la parte inferior del reloj, y éstos se acumulan en recuerdos y experiencias ya vividas. Los que aún están por caer, nos esperan a mañana. Y a veces hasta lo acortamos... qué tontos fuimos. Pero no sé, no creo que sea el mejor momento para volver a hacer uso del Tiempo para un texto. Aunque sí es cierto que toda mi vida se vea condicionada por la fugacidad de éste. Pero en fin, tampoco es el tiempo mi tema.
Me asomo a la ventana en la noche. Respiro la mínima naturaleza que proporciona la máxima urbanidad. Más de uno son los días en los que observo desde la ventana de mi cuarto el trozito de Mundo que alcanzo a ver. Y no son pocas las cosas que suceden.
Respiré profundamente. Inhalé oxígeno, pero también respiré personas. Quiero decir, el mismo aire que respiran esas personas que van por la calle. Son personas como tú. Que algún día pasaron por este sentimiento que tengo ahora mismo, solo que probablemente no lo reflejaron en ningún blog ni en ninguna libreta. Respiro sus sueños, deseos, angustias y preocupaciones. Respiré el único aire limpio que puedo respirar desde mi habitación. Y entonces salí al balcón a escribir este mismo texto. Libreta verde sobre la mesa, y la luz de un móvil. Mis palabras navegan sobre la oscuridad de mi libreta, hasta que un faro intermitente como es mi móvil, las ilumina por ese reglón hacia alcanzar el borde de ésta.
Ahora, acaricio todas estas palabras escritas, esperando algún milagro. Algo que llegue por arte de magia y me diga: “M, lo has hecho, vete a dormir, te lo has ganado.” Pero no llega. Fui un iluso en creer que todas estas palabras salvarían mi vida esta noche cualquiera. Y es que aunque este texto se acabe, la noche no acaba para mí. Aún seguiré escribiendo palabras no publicadas.
Palabras no leídas por otros ojos que no sean los míos... de momento. Y es que este no es un texto para ti, lector, ni para este blog. Es un texto para mí, para desahogarme. Para recordar que este blog es mío y no debo estar condicionado por nada ni por nadie. No ponerme un listón. No poner una marca del suficiente a la que debo llegar para decir “publicar”. No. Son cosas que olvido, y cosas que no debo olvidar. Pasarán los días, y veré como estas palabras pierden todo su sentido y diré “pfu, no debí publicarlo”, y volveré a mis trece del listón. Pero bueno... hasta que llegue a ese momento, esta es mi cabeza, y ahora te has metido en ella. Si no te gusta leerlo, sal de aquí.
Palabras no leídas por otros ojos que no sean los míos... de momento. Y es que este no es un texto para ti, lector, ni para este blog. Es un texto para mí, para desahogarme. Para recordar que este blog es mío y no debo estar condicionado por nada ni por nadie. No ponerme un listón. No poner una marca del suficiente a la que debo llegar para decir “publicar”. No. Son cosas que olvido, y cosas que no debo olvidar. Pasarán los días, y veré como estas palabras pierden todo su sentido y diré “pfu, no debí publicarlo”, y volveré a mis trece del listón. Pero bueno... hasta que llegue a ese momento, esta es mi cabeza, y ahora te has metido en ella. Si no te gusta leerlo, sal de aquí.
1 comentarios:
Veo que has entendido mis palabras con el principio, y hasta las has utilizado: “Pues al escribir no te dejes influenciar por si enganchará a tus lectores o no. Piensa que no hay nadie ahí fuera que te lea. Y que tú eres el único dueño de tus palabras. Que cuando tú lo lees una y otra vez sepas qué es lo que sientes. Y quizás entonces, cuando alguna persona lo lea, le gusta porque se sienta identificada, o simplemente... porque le cause profundidad.”
Me alegro. También veo que lo has conseguido reflejar perfectamente en el final >.<
Publicar un comentario