Chocas contra la realidad. Como persona del 2011 transportada al 1927, lo primero que piensas es "Hostias, Lorca". Parálisis aflora de entre tus piernas impidiendo todo acercamiento a él. ¿Qué le dirás? ¿Estarás preparado para hablar con alguien tan importante como él? ¿Por qué querrías acercarte? Hay muchas preguntas en el aire, y poco a poco se van filtrando a través de tu nariz hasta llegar a tu cerebro y sembrarte esas dudas. Comienzas a andar. Más que andar, a vacilar. Y entre pasos torpes y perezosos, alcanzas su posición. Sabes que estás frente a él, y que él ya puede verte y tranquilamente tomar su primera impresión de ti. Es un momento vital.
Entonces esas dos señoras que atosigaban a preguntas, se marcharon entre mudas sonrisas, aún ruborizadas por las cosas que el poeta pudo decirles. Y es tu turno. Intercambio de miradas poco generoso de primeras, y entonces decides presentarte y preguntarle algo que muchas personas ya le preguntaron, pero bueno, quieres ir más allá de las típicas preguntas. "¿De dónde sacas la inspiración?"
Ambos camináis por la Granada del 27 charlando sobre algunas cosas de mayor o menor importancia. Eso no importa en este texto. Lo que importa es que has estado frente a la persona más minuciosa que probablemente te topes en tu vida. Sabes que cualquier mínimo gesto por tu parte, o pregunta estúpida puede tacharte de bobo, o idiota, y conseguir que tu tan admirado personaje te ignore hasta la saciedad. Por eso debiste tener cuidado. Pensaste que cualquier pensamiento que tuvieras y le transmitieras, podía haberle cambiado el suyo propio, y que este cambio de pensamiento en el escritor hubiera desencadenado en el más hermosos de los poemas escritos por éste.
Has tenido miedo, pero lo has hecho bien.
Supongo que quizás es así como te sientes al pasar momentos conmigo. Sabes que de la mínima muestra de cariño que me proporciones puedo desencadenar fuertes hipérboles, o metáforas, simplemente por el hecho de que no percibo las cosas como otras personas las sienten. Voy más allá, pienso en la función que lleva a cabo tu sistema nervioso para levantar tu brazo en ese momento y realizar un encuentro con el mío. Fue un acto voluntario, ofrecido por ti para mí.
No soy un Lorca, ni un Neruda al que debas admirar. Simplemente soy un minucioso más que se atreve en esto de la escritura para complacerte y llenar cada espacio vacío que sientas en la mañana.
Dedujiste que tú serías la que me alimentaría de palabras,
y acertaste;
pero en cambio,
tú cumpliste también tu parte de latir para mí.
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