Quizás esta sea la entrada más arbitraria que redacto. Hace tiempo ya que no escribo, y sigo sin tener ganas de publicar más aquí, pero esta tenía que hacerla. Me lo estaba pidiendo a gritos desde el momento en que lo pensé.
- ¿Qué hora es? - pregunta.
- Las diez y media - respondo.
- ¡¡ No me jodas, tenemos que salir ya !!
Recogimos todas las marañas de cables en un tiempo record, y echamos a correr. Es tarde, no nos va a dar tiempo de llegar, y estamos más lejos que nunca. Pero tenemos que intentarlo.
Solos, él y yo, corriendo por todas las calles, saltando los obstáculos y esquivando a decenas de personas que nos miran con perplejidad. "Ellos no entienden nada", pienso. Pero tenemos que seguir corriendo. Da igual lo que pase, tenemos que llegar.
Evaluamos todos los caminos para llegar cuanto antes. Pronto, él piensa la ruta más corta. Al llegar a un cruce, me dice:
- Si cojo este camino, llegaré más rápido, y quién sabe, puede que llegue a tiempo.
Le miro, y sonrío. No creo que llegue, pero aún así asiento, y le choco el puño, es nuestra despedida. Tan pronto como se da la vuelta, veo que echa a correr, y entonces exclamo "¡Suerte!". Sé que desearle eso no servirá de nada, pero quizás pueda dar un paso más gracias a mi aliento.
Llevábamos veinte minutos corriendo. Corrimos hasta que nuestros corazones bombearon más que sangre, pero ahora me encontraba caminando solo, sin prisas. Aún con el corazón sobre excitado, y las piernas cargadas, esperando algún otro sprint, continúo mi camino hacia casa. Estoy sudando, pero no importa. Cruzo un paso de peatones, como otro cualquiera, y entonces continúo caminando. Al cruzar la esquina, veo a dónde he llegado.
Otra vez estoy aquí. Pero esta vez solo. Ya he tomado este camino solo y acompañado más veces desde aquel momento, pero esta vez se repetía de manera distinta.
Mi ritmo se frena por completo, y comienzo a caminar de una forma totalmente distinta a la que hacía antes. Ahora no tengo ninguna prisa por llegar, prefiero saborear este momento, pues será, como no, único. Cierro los ojos. Quiero sentir lo que tú sentiste aquel día... pero antes de cerrarlos, miro de reojo a mi izquierda. No estás ahí.
Negro. Todo lo que antes eran plantas, mesas, y sillas de bar, farolas, cielo y Mundo, ahora es Negro. Camino pese a no ver absolutamente nada. Aprieto fuerte mi mano izquierda como si estuvieras aquí, conmigo. Sé que no estás, pero me gusta imaginar que me equivoco.
Ya llevo caminados más de veinte pasos, y entonces lo siento. Estás aquí, y estás conmigo. Aprieto aún más fuerte mi mano, y entre silencios, susurro tu nombre. En aquel instante habría apostado a que me contestarías, rozando mi corazón, un "¿Qué?", y entonces te habría mirado, y estarías con tu habitual curvatura de labios, y tus ojos clavados en mi, esperando a ver qué hago, o qué digo. Me gusta que me mires, porque, aunque no pueda contenerte la mirada más de un segundo, sé que en ese momento estás pensando en mí. Al igual que yo lo hago en ti.
Y entonces abro los ojos.
El Mundo sigue ahí.
Y tú, no estás.
Otra vez estoy aquí. Pero esta vez solo. Ya he tomado este camino solo y acompañado más veces desde aquel momento, pero esta vez se repetía de manera distinta.
Mi ritmo se frena por completo, y comienzo a caminar de una forma totalmente distinta a la que hacía antes. Ahora no tengo ninguna prisa por llegar, prefiero saborear este momento, pues será, como no, único. Cierro los ojos. Quiero sentir lo que tú sentiste aquel día... pero antes de cerrarlos, miro de reojo a mi izquierda. No estás ahí.
Negro. Todo lo que antes eran plantas, mesas, y sillas de bar, farolas, cielo y Mundo, ahora es Negro. Camino pese a no ver absolutamente nada. Aprieto fuerte mi mano izquierda como si estuvieras aquí, conmigo. Sé que no estás, pero me gusta imaginar que me equivoco.
Ya llevo caminados más de veinte pasos, y entonces lo siento. Estás aquí, y estás conmigo. Aprieto aún más fuerte mi mano, y entre silencios, susurro tu nombre. En aquel instante habría apostado a que me contestarías, rozando mi corazón, un "¿Qué?", y entonces te habría mirado, y estarías con tu habitual curvatura de labios, y tus ojos clavados en mi, esperando a ver qué hago, o qué digo. Me gusta que me mires, porque, aunque no pueda contenerte la mirada más de un segundo, sé que en ese momento estás pensando en mí. Al igual que yo lo hago en ti.
Y entonces abro los ojos.
El Mundo sigue ahí.
Y tú, no estás.
0 comentarios:
Publicar un comentario