Pre~

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10.29.2011

Lo has vuelto a conseguir.
Has vuelto a crear en mi esa sensación que meses atrás sufría justo antes de saber que te iba a ver. Una sensación de nervios que encoge mi estómago, y me evita comer. Una sensación de que todo mi cuerpo se prepara para estar junto al tuyo; y de que mi cerebro comienza a pensar en qué voy a decirte, o qué voy a hacer. Intentar medir cada palabra para que todo salga bien y no parecer un idiota frente a ti.
Esa sensación de saber que estás viniendo ya, y que tan solo debo esperar al toque que me haga abrirte, y juntos atravesar la puerta de mi dormitorio, como tantas veces la cruzamos antes. Y una vez dentro, rodearte con mis brazos. Y entonces saber, que esas dos almas que se escaparon juntas, esas dos gotas de agua disolviéndose en la Ciudad de los Sueños, ese caballero, y esa princesa atrapada... están juntas en la misma habitación. Ya basta de cientos de sueños con esta escena. La escena es ahora, y es realidad.
Lo has vuelto a conseguir.

Cuentos de castillos sin dragones

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10.28.2011

El silencio reinaba, como era ya habitual, en el dormitorio donde se encuentra presa. Mirando algún punto perdido de lo que es su cielo sin estrellas, mata a este silencio con los gritos de sus pensamientos. Aprieta los labios con dureza, haciendo parecer, desde el exterior, que está tomando una importante decisión.  
Un mito la mantenía presa en su propio castillo. Ninguna fuerza, dragón, o ser superior impedían la marcha de lo que era su celda. Siempre pudo abandonar el castillo, para recorrer el mundo y vivir lo que serían las aventuras de los cuentos, repletas de momentos para el recuerdo y vivencias dignas de diario con anillas. Pero nunca se atrevió a cruzar la puerta. Pues años atrás había encontrado un libro, en los estantes de su vieja librería, que profería algún tipo de leyenda, en parte, maldita. Y es que, entre las líneas de aquel gran libro de tapa dura, se encontraba un mensaje que marcaría por siempre el rumbo de nuestra protagonista; haciéndola vivir en su propia desgracia. "Las puertas hacia tu mundo están abiertas -decía- puedes salir cuando desees. Pero el mundo que se cierne más allá de aquellas colinas no es el mundo con el que sueñas. Tan solo encontrarás el mundo de tus sueños cuando esa puerta no seas tú la que la abra, sino tu apuesto príncipe. Entonces encontrarás todo lo que soñaste en él." 


Días que se antojaron años. Y horas que se antojaron lustros.
Nuevamente en aquella posición de reposo se encontraba, y con sus habituales pensamientos surcando el mar de su mente. Esperando, así, a su príncipe. Nunca se sintió la princesa nombrada por cuentos, y mucho menos tuvo la necesidad de un príncipe, y aún menos sintió que debía ser rescatada; pero su mundo estaba menguando, y tan solo le quedaban aquellas palabras en viejo papel. Palabras por las que soñaría cada una de las noches en su dormitorio, y palabras por las que habría matado para saber si eran tan ciertas como su dolor. Pero no podía hallar respuesta. Tan solo el tiempo, muerte lenta e irreversible, darían su respuesta.

Pero entonces, tras un espacio de tiempo que ni ella era capaz ya de medir, algo cambió en la mentalidad de la princesa. Ahogada en sus angustias, cansada del insípido presente, y queriendo leer el final del libro aún yendo por la mitad, decide emprender su camino hacia el exterior. Sabía que no era ella la que debía hacer ceder aquella puerta, pero su príncipe era tan lento como los segundos en soledad. Y sin coger nada, y con pasos firmes y manos temblorosas, se acercó hacia la puerta.

Un simple empujón fue suficiente para hacer que aquella gran puerta de visagras negras cediera, haciendo entrar así, en lo que era su "mundo" un poco de luz. Aquel segundo bastó, para que la chica imaginase que lo que profería aquel libro era falso, y que todas aquellas aventuras podría vivirlas sin la necesidad de aquella estúpida espera. Ante ella vislumbraba una verde colina, y árboles en su cima. Cielo azul, y flores preciosas firmaban el escenario a los pies de ella. Entonces miró hacia la derecha, junto a los muros de su castillo. Y a no más de dos metros de aquella puerta, se encontraba la figura de un hombre envuelto en pesadas cotas. Su casco de metal reposaba en el suelo, junto a su espada y escudo, y aún más en la lejanía era visible un caballo que corría libre por aquellos campos. Escrito sobre el torso de la armadura, con tinta negra, un número. La princesa, extrañada, le mira inquietamente, sin apartar la mirada de sus ojos. Él responde su mirada, y de su boca surge curvatura a la par que sus ojos se dirigían hacia el suelo, y su cuerpo entero se disponía a levantarse de aquel verde. Él se acerca a ella, aún con aquella pícara sonrisa, como si supiera que estaba pasando; todo lo contrario de ella. Entonces ella comienza a hablar:

 - ¿Eres tú el príncipe por el que mi vida quedó reducida paulatinamente a una incierta espera en lo alto de mi castillo, por el que coarté toda mi vida en su tardía llegada, y que ahora se encuentra recto y burlón ante mí? ¿Por el que debía suspirar a cada segundo que pasaba deseando que llegase para librarme de mis males imaginarios producidos por la soledad fría de mi castillo? ¿Eres tú aquel que debía atravesar la puerta de mi dormitorio, extender su abrazo acabado en dedos extendidos hacia mí, invitando a fundir nuestras manos en una sola y con el que viviría cien mil aventuras?

Asiente él.
 - ¡¿Y por qué descabellada razón - continúa ella - me encuentro al motivo de mis males esperando tumbado junto a mi puerta, disfrutando de la paz del verde mundo y con su caballo corriendo por mis tierras, en vez de abrir apresuradamente fácil puerta y llevarme con él?!

 - ¿Y por qué no me fuiste a buscar vos, mi señora?
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10.26.2011

Romper con esquemas.

Hacía ya un par de días que quería escribir algo así. Una entrada para reflexionar; tanto yo, como algunos de vosotros. Y es que esto es un poco como... el típico capítulo de recopilación al final de temporada, y cosas así, que tanto odias a veces, pero al fin y al cabo sonríes. Necesito desahogarme un poco aquí, y violar el espacio tan sagrado en escribir algunos de los pensamientos que me llevan rondando la cabeza estos días, y en especial, hoy.

#Este es tu punto.

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10.24.2011

[...]
Porque aún nos...
Quedan cientos de árboles en los que tallar nuestros nombres.
Y cientos de corazones haciendo barrera entre ellos.
Quedan cientos de farolas por alumbrarnos en la oscura noche.
A pesar de que iluminamos más que estrellas.
Quedan cientos de caminos por recorrer.
En los que ladeamos nuestros brazos esperando aquel choque de manos con su correspondiente latido. 
Quedan cientos de roces de mejillas, roces de narices, roces de pestañas.
Y choques de labios.
Quedan cientos de momentos en que cuatro de mis dedos se filtran a través de cabellos tras tu oreja. 
Mientras mi dedo pulgar acaricia tu ruborizada mejilla. 
Quedan cientos de bocanadas de aire por coger, y cientos de exhalaciones.
Robando el poco aire que hay entre nosotros.
Quedan cientos de parpadeos a destiempo.
Y a milímetros.
Quedan cientos de momentos en que su olor recubra toda mi ropa y piel. 
Y cuando no esté, me siga acompañando hasta en sueños.
Quedan cientos de vuelcos de corazón por un susurro.
Susurros prohibidos entre sábanas.
Quedan cientos de momentos en que hablas, y te quedas sin palabras al contemplarla hacer un gesto.
Donde 'hacer un gesto' se podría simplemente sustituir 'saber que te está mirando'. 
Quedan cientos de esperas al toque que me haga bajar hasta mi portal, y la vea a través de cristal esperarme.
Ya sonriendo incluso antes de verme bajar.
Quedan cientos de mensajes en la madrugada, diciendo simplemente te echo de menos buenas noches. 
Y mi corazón se acelere al vibrar el móvil.
Quedan cientos de largas esperas hasta que pueda escribir un "mmm hey".
Pero que volverán a estar en tu pantalla.
Quedan cientos de lágrimas que echar por sentimientos escritos.
Y quedan cientos de escritos como este haciendo que vuelvas a latir.
Quedan cientos de textos por releer y recordar.
Y volver a suspirar por ellos.
Quedan cientos de temblores en manos y brazos al sostenerte entre ellos.
Y cientos de frases entre pequeñas risas diciendo "tiemblas".
Quedan cientos de manos esperando a posarse en el corazón del otro.
Y cientos de susurros diciendo "qué rápido".

Condena escrita sobre azul

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10.20.2011

1927.

La noche había vencido una vez más al día en la tan habitual guerra de desgaste, y ahora un manto oscuro y de espesa nieve culminaba hasta las más derruidas tejas de un pueblo hasta esta noche desconocido por el resto del mundo. Era un pueblo pequeño y casi todos sus habitantes eran conocidos y criticados entre sí por una comunidad no abierta a cambios. Poesía y demás textos literarios estaban llevándose a cabo por una de las promesas, ya consagrada, más jóvenes de todo el país. Oyentes analfabetos reuníanse en tardes de sobremesa en torno a falsos juglares en las pedregosas calles del pueblo. Escuchaban cada uno de los textos escritos por el joven, y recitados por otra persona. Se sumían en los mundos soñados por él, y deleitaba en cortos espacios de tiempo de nuevas aventuras de valientes soldados y criaturas fantasiosas que ni el más pequeño de los niños del lugar era capaz de imaginar. Poco se tardó en correr el rumor por pueblos de que alguien estaba haciendo algo así. Y aún menos tardó en llegar a oídos del Rey. Éste, intento de escritor, más frustrado que intento, no tardó en resaltar sus achares hacia él, y condenó con pena de muerte a la persona que escribiera alguna historia en el pueblo, prohibiendo así toda publicación de nuevas obras; refiriéndose de esta manera únicamente a nuestra joven promesa. El pueblo, indignado, rebatió la absurda ley y manifestáronse en calles al son de fuertes gritos e insultos. Nada pudo hacerse ya.

El piano

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10.09.2011

Entre torpes zancadas atraviesa la habitación, saboreando ya el destino. Desde sus primeros pasos, aún en la cocina, era capaz de percibir aquellas notas que flotaban por toda la casa, produciendo en corazones la tan inspirada calma que mentes extrañan. Entonces se alejaría de las verticales piernas de su madre para emprender marcha hacia las escaleras, paso intermedio entre cocina y habitación. Ella, exclamaría su nombre en voz alta, prohibiéndole, como era tan habitual, correr por casa. Pero él no escucha otra cosa más que aquellas notas de piano.
Sus cortas piernas subirían temblorosas la crujiente escalera de madera. Con los ojos repletos de lágrimas pisotearía la que era la alfombra gris preferida de mamá, y la cruzaría en cuestión de segundos. Entonces un leve empujón bastaría para que la puerta cediera, no sin antes proferir un sonido similar en magnitud al de la escalera, y entonces, entre torpes zancadas atravesaría la habitación. Un gran piano de cola se encontraría allí.

Dueños de aquel negro piano son unas ancianas manos, que tocan las teclas como si de una persona se tratase; la más dulce que jamás habrían tocado aquellas. Siente la música, pero siente más. Siente a esa mujer contándole historias entre las líneas de aquellos pentagramas. Él solo sabe que debe continuar tocando para que aquella musa le siga narrando, y así hace. Suele cerrar los ojos para ayudar a imaginar que ella se encuentra realmente en aquellas notas, y que él la está llamando. Quizás tan solo sean los delirios de un viejo obsesionado con su música, o quizás sean las teclas que debe tocar para captar su atención.

El chico de cinco años ya se encuentra tras él, escuchándole. Para el joven probablemente aquellos pensamientos del anciano son impensables, y simplemente aprecia el trabajo de su aún absorto abuelo. Se acerca y decide ocupar el espacio libre de aquella polvorienta banqueta. Entonces, aquellas notas van perdiendo intensidad, hasta volver a encontrar el silencio en la casa. El joven comienza a hablar:

 - ¿Algún día me ensañarás a tocar como tú, abuelo?
 - Todos pueden enseñarte algo tan simple como presionar un mecanismo y hacerlo sonar. Eres tan solo tú el    único capaz de enseñarte a transmitir lo que realmente quieras transmitir.

Entonces el chico posa sus manos sobre la musa, pero en su caso, no hay musa; tan solo son teclas de un viejo piano. Comienza a presionarlas, consiguiendo una música tan poco perfecta como los torpes pasos que anunciaron su llegada a la habitación. De su boca comienzan a surgir los tan habituales gestos de esfuerzo y pesimismo que tantas veces habría provocado aquel instrumento. Apartaría bruscamente sus manos de aquellas piezas, y resoplaría sonoramente.

 - Quizás aún no tienes qué transmitir. Busca tu motivo para tocar, y entonces vuelve aquí, tan rápido como lo has hecho minutos antes, e inténtalo de nuevo. Puede que no suene bien, pero esa vez tendrás algo que decir a través de esto. A veces vengo aquí para tocar, y algunas veces me limito a mirarlo hasta pensar en las historias escondidas en la profundidad de su madera. En el momento en que sepas transmitir a los demás lo que te produce este piano, serás un pianista.

El chico volvió a colocar sus manos en el teclado, esta vez tenía un motivo. Tal y como había hecho antes, comenzó a presionar las teclas. Aparentemente parecía que el gesto era el mismo, pero hubo un pequeño matiz: sus ojos se cerraron. Las horas pasaron, y continúo tocando sin importar nada más. Cuidó cada tecla presionada como si fuese la última, buscando la sensación perfecta en cada momento. Aquel pensamiento se grabó en su mente, y gracias a él busco la perfección en cada nuevo movimiento.

Largos años sucedieron en aquella habitación y aquel chico de ocho años ya era un hombre de treinta y tantos. Su amor hacia la música y su gran progreso fue tal, que el "no quedan" resonaba en las bocas de las personas que aún guardaban cola en los mejores teatros de los países a los que acudía. En cientos de periódicos hablaban de él como el mejor pianista del mundo, a pesar de que cientos superaban su técnica. Pero había algo que jamás superaría a ese virtuosismo: aquellos ojos cerrados.

25 de ago. 13:15

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Siento que te debo miles de palabras por no haber estado ayer, que una sola noche me quita momentos contigo, aunque sea estando aquí sentada, en mi cama, con el portátil sobre mis rodillas, y mis manos sobre el teclado. Que aunque solo me salga decirte "mmm" o "cuéntame algo", sé que estas allí, como yo, mirando la pantalla a ver si se nos ocurre algo que decir, algo que nos llene de pensamientos, de emociones, leernos hasta cansarnos, como hacíamos antes. Y lo echo de menos, quiero rayarme contigo escribiendo, no todas esas tonterías que decimos, quiero saber lo que piensas, meterme en tu cabeza y ver tu mundo. Siento que hace una eternidad que no soy consciente de lo que piensas, y aunque me conformo con tus sonrisas, y con tus ruiditos, sé que podemos llegar a más, que no estamos en la superficie con los demás, llegamos por encima. Decimos que tenemos todo el tiempo del mundo, pero estoy cambiando de idea, nadie tiene todo el tiempo del mundo, porque todo tiene un fin, no digo que esto lo sea, pero quiero aprovechar cada momento contigo...
mmmm... y se me acabaron las palabras, ya tu sabes, mis pensamientos tienen un límite. xdd.
buenos días :) <3
No puedes ver las fotos de ella.

Last - Room

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10.02.2011

Una habitación perdida en la inmensidad de la nada. Dos personas en ella. Los habituales objetos que caracterizan cualquier habitación de cualquier chico de ciudad, solo que con dos camas. Él permanece en la suya, sintiendo como el tiempo se congeló y la esfera dejó de girar. Un Mundo sinónimo de presión, constancia de ritmo y generación de nuevos problemas detenido ante los sentimientos de él, que lucharon por crear esta escena y conservarla en cualquier libro de fantasía. Nunca antes se había premeditado tanto un plan como aquel, y aún recuerda cómo organizó todo las tardes anteriores; creando así un perfecto guión sobre su acontecimiento aún sin saber la certeza de éste. Mientras la voz de ella permanece en continua expansión y chocando contra las expectantes paredes de aquel cuarto, la mano de él comienza a temblar; ni el intenso agarre producido por su segunda mano es capaz de calmar ahora a esta fiera sin control.

Suceden los minutos en la habitación perdida. Ellos ya permanecen tumbados en sus respectivas camas, mirando algún punto inespecifico de lo que es ahora su cielo, mientras continúan el intercambio de tan ansiadas palabras. Entonces sucede algo. Un impulso. Ella continúa hablando de algún tema el cual el chico dejó de prestar atención hace tiempo, pues es ahora aquel impulso el centro de atención de él, y debe saciarlo, sin importar guiones y esquemas premeditados. Y entonces, se incorpora un poco en aquella cama, y dirige una fija mirada hacia ella, que comienza mirarle sin dejar de hablar. A pesar de que seguía diciendo aquellas cosas, cada vez más carentes de sentido, en sus ojos quedaba reflejado el impulso del chico, que también era latente en el interior de ella. Entonces, mientras seguía con su eterno discurso, él acerca rápidamente su cabeza a la de ella, y ella, sin parar de hablar, imita su gesto. Encontrándose así en aquel espacio comprendido entre las dos camas. En la cabeza de él no para de retumbar el pensamiento de ceñirse a su puto esquema, ahora ya, carente de sentido. Entonces siente un sabor, jamás antes percibido, que le da vida. Sus ojos, a pesar de cerrados, comienzan a esbozar lágrimas. Y es tan solo en esta mínima abertura entre pestañas, donde estas líquidas encuentran salvación, y posteriormente se deslizan por esas grietas invisibles de las mejillas. Entonces aleja su cabeza unos centímetros de ella, y, aún con aquel sabor en los labios, se percata de que lo que comenzaron siendo dos lágrimas, ahora son océanos que se expanden por su ya empapada almohada.

4th Dimension

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Decides salir a la hora que no alcanzan los relojes. El camino sigue siendo el mismo, pero esta vez hay nuevos matices. Y esta vez no hay una sola luz que haga de faro; cientos de luces iluminan tu cielo. Y estás solo. Nadie quiere interponerse en tu camino, y todos buscaron refugio en sus casas. Quieren que disfrutes este nuevo momento; único, e irrepetible. Con cada nuevo paso inhalas un aire distinto, todos puros y limpios. Los árboles, colmados de recuerdos, mecen sus hojas frente a un amigable viento. Hojas que lucharon por seguir aferradas, y troncos que vieron firmas de jóvenes tallar sobre sí enmarcadas en imperfectos corazones. Entre tus pasos, piezas de los cientos de puzzles que jamás se construyeron, y aún esperan ansiosas ser resueltas; pero ya no importan. Las apartas suavemente, porque aunque no vas a hacer aquellos rompecabezas, tampoco quieres apartarlos por completo; dejarlos para algún día, manteniendo aún sus enigmas y secretos. El ruido de las olas del mar se filtra a través de innumerables calles, llegando hasta tus oídos. Y entonces sientes aquellas olas por tus brazos, simulando caricias; las que no obtuviste. Y te das cuenta de que la Naturaleza se tornó en este día para ti, mostrando su cara mitológica y extraordinaria.

Y entonces llegas a ese destino. El tan repetido. El que siempre alcanzas, y nunca mencionas en voz alta. Pero lo piensas. Y sabes que todos lo piensan, pero nadie quiere decir lo evidente. Y entonces, sabes que estás donde debías estar y que este, es tu mejor momento.